lunes, 13 de noviembre de 2017

"PARA SER JULIO, QUÉ FRÍO HACE"

RELATO Nº 1

“PARA SER JULIO, QUÉ FRÍO HACE”

Aquí pinta el crepúsculo su oro giratorio:
donde no hay pecho alguno que aplacar en su contienda
de júbilo o tristeza, ni vida alguna
que incendie estas colinas y valles, ya inhóspitos y fríos
y sin ruido”. (WILLIAM FAULKNER, “Una rama verde” 1933).


Todos los días, temprano, salgo a correr. Me gusta notar el aire fresco en la cara. Hago quince kilómetros por el cauce del Turia. Después acudo a  mi despacho de abogados, en Cirilo Amorós. Si no tengo juicios, alrededor de la una, tomo un Dry Martini, que me calienta estómago y mente. (Si te gusta esta copa blanca, es muy recomendable acudir a Aquarium, en la Gran Vía: todo un clásico). Por la tarde estudio y preparo los asuntos, normalmente de “mercantil”, y, eventualmente, de corrupción política de los que vivo, muy holgadamente. También me llegan casos del Turno de Oficio, pero éstos suelen ser relativos a “penal”, pequeños delitos de hurto o robo, y a “matrimonio”. Se trata de gente sin medios económicos a los que la Justicia facilita la asistencia de un letrado. La retribución es insignificante, pero, desde segundo de carrera, el Derecho Penal siempre me ha atraído, y con estos asuntillos me divierto.

...

—¡Gladys! ¿Dónde se habrá metido esta chica? ¡Gladyyyyyys! ¿Dónde has puesto las dos carpetas que tenía sobre mi mesa? Llevan la etiqueta roja de “Penal”.  ¡Gladyyyyyyyyyyyys! ¡Para ser julio, vaya frío hace!

...

Me gusta escuchar música clásica cuando trabajo, es una costumbre que adquirí cuando estudiaba: me crea un hilo conductor, que hace que me concentre más. Para mí el mejor es Bach, sin duda. Tampoco le hago ascos al Réquiem de Mozart, o a la música religiosa de Monteverdi; últimamente escucho, repetidamente, la 5ª de Shostakóvich. Soy un poco obsesivo. Me pasa en la vida, en general, y con las mujeres en particular. Soy de fácil enamoramiento, pero pronto pierdo la ilusión y me llega el desamor y el desencanto. Lo más que he durado es tres años. Además, soy infiel, por naturaleza. ¡Lo que han aguantado mis mujeres!

...

Inclinada sobre el hombre, su dorada melena caía sobre su rostro, velándolo parcialmente.
—Rachel, ¡eres una bomba sexual! ¡Me has subido por encima del arco iris!  
—Jijijijiji. No exageres.
—De verdad. ¡Te lo juro!
—Lo importante es coger el ritmo. Yo me inspiro con Piazzolla y sus contratiempos.
—Tengo que reconocer que los últimos modelos estáis saliendo muy perfeccionados.
Hace años, las chicas no querían. Les daba asco o arcadas, o no sé qué, pero raras veces te lo hacían, y cuando encontrabas a alguna dispuesta, te rozaba con los dientes y veías las estrellas: un desastre. La excepción fue en Benicasim, un verano, me dijo que era catequista. Después de tantos años, aún me acuerdo: sublime, me subió al cielo. 

“Cuéntame algo”, me dijo la replicante, encendiendo un pitillo que puso en mis labios (gesto que le habría programado un cinéfilo romántico). “¡Me gustan tanto los recuerdos!”.
—Vale, Rachel, te lo has ganado, te voy a contar dos pequeñas historias.

Yo he estado “especializado”, no sé bien por qué, en la Sanidad, casi todas las tías con las que he salido son médicos. De distintas especialidades y distintos centros, pero médicos.
Teresa era radióloga, responsable de un equipo de de detección precoz de cáncer de mama. Ironías de la vida. Cuando me enteré de su muerte, mi corazón se heló: las temidas y temibles recidivas. Poco tiempo después de su muerte, una noche, en “Jamie Grass”, un local de jazz del barrio del Carmen, que yo frecuentaba, me encontré, de sopetón, con su hija.
—¡Hijo de puta! ¡Cabrón! ¡Tú has matado a mi madre!
Al mismo tiempo, me soltó una hostia, que hizo que mis Ray-Ban salieran volando … y yo detrás. Acudió todo el mundo; Perico Samper y su quinteto dejaron de tocar, un escándalo. Mientras algunos la sujetaban, otros me levantaban. Xavi, el dueño, me dijo con aparente tranquilidad: “Pablo, es mejor que te vayas, está fuera de sí, está furiosa. Vamos, ya nos veremos la semana que viene”. Ya casi en la calle, pude escuchar cómo el saxo alto de Perico atacaba los primeros compases de Take Five, el tema 5x4 de Paul Desmond, uno de mis temas preferidos.
Nunca he salido bien de mis “relaciones”, Rachel, no entiendo cómo hay tíos (y tías) que rompen sin romper, que siguen viéndose, que siguen siendo amigos. Nunca lo he entendido y nunca he podido. “No ser amado es una simple desventura. La verdadera desgracia es no saber amar”, decía Camus.

Ahora, te voy a contar una anécdota profesional: Yo, recién licenciado, estaba de guardia en el Colegio de Abogados, sonó el teléfono; la guardia civil pedía un abogado para la asistencia al detenido. “Se trata de un exhibicionista”, nos dijo la secretaria. Castán y yo nos miramos, para, seguidamente, estallar en una gran carcajada.
—Pero, ¿aún existen? No me jodas. Será un dinosaurio.
—Yo iré.
—No, yo voy.
Esa clase de delito sexual abundaba durante la dictadura, pero coincidiendo con la apertura democrática, prácticamente había desaparecido. Pero, ¡había un “último mohicano”!  ¿De dónde habría salido ese tío? ¿De qué inframundo rincón?
Convencí a Castán y acudí yo. En cuanto crucé la puerta de las dependencias policiales, me encontré con Pilar.
—¡Qué haces aquí Pilar!
—¿Y tú?
—Vengo a hacer la asistencia a un tío que han detenido por exhibicionista. ¡Hace falta estar loco!
Pilar, mi amiga Pilar, se sentaba junto a mí en las aulas de la Facultad de Derecho. Su marido era profesor de literatura francesa. 
Rompió a llorar desconsoladamente y, entre sus balbuceos, apenas acerté a adivinar sus palabras:
—Es mi marido, es Pelayo.

...

—Gladys, please, NECESITO las dos carpetas, en una pone “Exhibicionista”, en la otra “Abusos”. Y, haz algo con la temperatura. ¡Me estoy muriendo de frío!
¡Estas chicas colombianas! Funcionó los tres primeros meses, hasta que le hice el contrato. Ahora, ni aparece, ni contesta … ¿se habrá contagiado del escribiente Bartleby? Si no fuera por el culo que tiene ...
—¡Gladys! eleva el termostato, por favor, ¡me estoy quedando helado!

...

Una casa pija, en una urbanización pija, próxima a Valencia. Sobre la mesa, elegantemente dispuesta para una celebración, dos Dry Martini.
—¡Cabronazo! ¡Has sido toda tu vida un cabrón! Nos has engañado a todas. A tus mujeres, a tus novias, a tus amigas … Infiel, por naturaleza, decías. Eras un seductor incorregible, un sinvergüenza …, que sabía cómo tratar a una mujer, cómo adularla, cómo complacerla, ¡cómo hacerla feliz! … Hasta que se acababa y la pasabas al “banquillo”. Pero llegó tu hora. Inesperadamente. Esa obsesión tuya por correr todos los días, por superar marcas, por querer más, siempre más … Un accidente vascular, un infarto, te dejó fulminado.
Pero, no te guardo rencor, me hiciste muy feliz (qué bueno eras en la cama, cabrón), y también muy desgraciada. Hace ya tres años que te fuiste. Cómo pasa el tiempo. Todos los años brindo por ti, con un Dry Martini. Después, ostras gillardeau (las mejores del mundo) y Dom Pérignon Vintage. Tu menú preferido.
Te pongo al día, Pablo, hay novedades: Estoy “rehaciendo mi vida” (qué frase más horrible, no la aguanto). Tengo novio. Jajajajajajaja. Sí, es más o menos de tu edad; estudia Historia del Arte en la Nau Gran; era profesor de literatura francesa; se prejubiló por no sé qué historia con unas alumnas. Esas pequeñas zorras siempre detrás de los profesores. Es muy tranquilo, y algo aburrido, pero me hace compañía. Se llama Pelayo.

...

El inconfundible y atronador sonido, acompañado de destellos luminosos, surcaba, veloz, las calles en dirección al Clínico. Una joven enfermera del SAMU aplicaba, rítmicamente, un  masaje cardíaco a un hombre que vestía ropa deportiva. Lo habían recogido, minutos antes, en el cauce del Turia. Inclinada sobre el hombre, su melena dorada caía sobre su rostro, velándolo parcialmente.
De repente, la joven se giró, bruscamente, hacia el conductor, diciendo, incrédula:
Este tío, que está prácticamente muerto, me está llamando Rachel y ¡está diciendo no se qué de una mamada!

...

—¡Gladysssssssssssssssss!, estoy muerto de frío. Please, ¡pon en marcha la calefacción! Y tráeme, de una vez, esas jodidas carpetas.
Para ser julio, ¡qué frío hace!

...

Dejo de escribir, doy un largo trago a mi Dry Martini, suenan las notas sincopadas de La muerte del ángel, de Astor Piazzolla.
He escrito de un tirón, y al leerlo, me ha parecido algo sucio (estilo Bukowski) para presentarlo al blog, así que después de una labor de poda e injerto, creo que ha quedado algo adecentado.

Sobre la mesa de jardín, algunos de mis libros preferidos: el comentario de Karl Barth a la Carta a los Romanos; El barón rampante, de Ítalo Calvino; El esnobismo de las golondrinas, de Mauricio Wiesenthal; L'Étranger, de Albert Camus; Las Confesiones, de San Agustín; Suerte, de Bárbara Blasco y As I lay Dying, de William Faulkner.

Una voz me saca de mi ensimismamiento:
—¡Don Pablo! El jardinero pregunta si tiene que podar también el magnolio.

—Sí, Gladys, dile que sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario