RELATO Nº 1
“PARA SER JULIO, QUÉ FRÍO HACE”
“Aquí pinta el crepúsculo su
oro giratorio:
donde no hay pecho alguno que aplacar en su
contienda
de júbilo o tristeza, ni vida alguna
que incendie estas colinas y valles, ya
inhóspitos y fríos
y sin ruido”. (WILLIAM FAULKNER, “Una rama
verde” 1933).
Todos los días, temprano, salgo a
correr. Me gusta notar el aire fresco en la cara. Hago quince kilómetros por el
cauce del Turia. Después acudo a mi
despacho de abogados, en Cirilo Amorós. Si no tengo juicios, alrededor de la
una, tomo un Dry Martini, que me calienta estómago y mente. (Si te gusta
esta copa blanca, es muy recomendable acudir a Aquarium, en la Gran Vía:
todo un clásico). Por la tarde estudio y preparo los asuntos, normalmente de
“mercantil”, y, eventualmente, de corrupción política de los que vivo, muy holgadamente.
También me llegan casos del Turno de Oficio, pero éstos suelen ser relativos a
“penal”, pequeños delitos de hurto o robo, y a “matrimonio”. Se trata de gente
sin medios económicos a los que la Justicia facilita la asistencia de un
letrado. La retribución es insignificante, pero, desde segundo de carrera, el Derecho
Penal siempre me ha atraído, y con estos asuntillos me divierto.
...
—¡Gladys! ¿Dónde se habrá metido esta
chica? ¡Gladyyyyyys! ¿Dónde has puesto las dos carpetas que tenía sobre mi
mesa? Llevan la etiqueta roja de “Penal”.
¡Gladyyyyyyyyyyyys! ¡Para ser julio, vaya frío hace!
...
Me gusta escuchar música clásica cuando
trabajo, es una costumbre que adquirí cuando estudiaba: me crea un hilo
conductor, que hace que me concentre más. Para mí el mejor es Bach, sin duda.
Tampoco le hago ascos al Réquiem de Mozart, o a la música religiosa de
Monteverdi; últimamente escucho, repetidamente, la 5ª de Shostakóvich. Soy un
poco obsesivo. Me pasa en la vida, en general, y con las mujeres en particular.
Soy de fácil enamoramiento, pero pronto pierdo la ilusión y me llega el desamor
y el desencanto. Lo más que he durado es tres años. Además, soy infiel, por
naturaleza. ¡Lo que han aguantado mis mujeres!
...
Inclinada sobre el hombre, su dorada melena
caía sobre su rostro, velándolo parcialmente.
—Rachel, ¡eres una bomba sexual! ¡Me
has subido por encima del arco iris!
—Jijijijiji. No exageres.
—De verdad. ¡Te lo juro!
—Lo importante es coger el ritmo. Yo
me inspiro con Piazzolla y sus contratiempos.
—Tengo que reconocer que los últimos
modelos estáis saliendo muy perfeccionados.
Hace años, las chicas no querían. Les
daba asco o arcadas, o no sé qué, pero raras veces te lo hacían, y cuando
encontrabas a alguna dispuesta, te rozaba con los dientes y veías las
estrellas: un desastre. La excepción fue en Benicasim, un verano, me dijo que
era catequista. Después de tantos años, aún me acuerdo: sublime, me subió al
cielo.
“Cuéntame algo”, me dijo la
replicante, encendiendo un pitillo que puso en mis labios (gesto que le habría
programado un cinéfilo romántico). “¡Me gustan tanto los recuerdos!”.
—Vale, Rachel, te lo has ganado, te voy
a contar dos pequeñas historias.
Yo he estado “especializado”, no sé
bien por qué, en la Sanidad, casi todas las tías con las que he salido son
médicos. De distintas especialidades y distintos centros, pero médicos.
Teresa era radióloga, responsable de un
equipo de de detección precoz de cáncer de mama. Ironías de la vida. Cuando me
enteré de su muerte, mi corazón se heló: las temidas y temibles recidivas. Poco
tiempo después de su muerte, una noche, en “Jamie Grass”, un local de jazz del
barrio del Carmen, que yo frecuentaba, me encontré, de sopetón, con su hija.
—¡Hijo de puta! ¡Cabrón! ¡Tú has
matado a mi madre!
Al mismo tiempo, me soltó una hostia,
que hizo que mis Ray-Ban salieran volando … y yo detrás. Acudió todo el
mundo; Perico Samper y su quinteto dejaron de tocar, un escándalo. Mientras
algunos la sujetaban, otros me levantaban. Xavi, el dueño, me dijo con aparente
tranquilidad: “Pablo, es mejor que te vayas, está fuera de sí, está furiosa. Vamos,
ya nos veremos la semana que viene”. Ya casi en la calle, pude escuchar cómo el
saxo alto de Perico atacaba los primeros compases de Take Five, el tema
5x4 de Paul Desmond, uno de mis temas preferidos.
Nunca he salido bien de mis
“relaciones”, Rachel, no entiendo cómo hay tíos (y tías) que rompen sin romper,
que siguen viéndose, que siguen siendo amigos. Nunca lo he entendido y nunca he
podido. “No ser amado es una
simple desventura. La verdadera desgracia es no saber amar”, decía Camus.
Ahora, te voy a contar una anécdota profesional:
Yo, recién licenciado, estaba de guardia en el Colegio de Abogados, sonó el
teléfono; la guardia civil pedía un abogado para la asistencia al detenido. “Se
trata de un exhibicionista”, nos dijo la secretaria. Castán y yo nos miramos,
para, seguidamente, estallar en una gran carcajada.
—Pero, ¿aún existen? No me jodas.
Será un dinosaurio.
—Yo iré.
—No, yo voy.
Esa clase de delito sexual abundaba
durante la dictadura, pero coincidiendo con la apertura democrática,
prácticamente había desaparecido. Pero, ¡había un “último mohicano”! ¿De dónde habría salido ese tío? ¿De qué
inframundo rincón?
Convencí a Castán y acudí yo. En
cuanto crucé la puerta de las dependencias policiales, me encontré con Pilar.
—¡Qué haces aquí Pilar!
—¿Y tú?
—Vengo a hacer la asistencia a un tío
que han detenido por exhibicionista. ¡Hace falta estar loco!
Pilar, mi amiga Pilar, se sentaba junto
a mí en las aulas de la Facultad de Derecho. Su marido era profesor de
literatura francesa.
Rompió a llorar desconsoladamente y,
entre sus balbuceos, apenas acerté a adivinar sus palabras:
—Es mi marido, es Pelayo.
...
—Gladys, please, NECESITO las
dos carpetas, en una pone “Exhibicionista”, en la otra “Abusos”. Y, haz algo
con la temperatura. ¡Me estoy muriendo de frío!
¡Estas chicas colombianas! Funcionó
los tres primeros meses, hasta que le hice el contrato. Ahora, ni aparece, ni
contesta … ¿se habrá contagiado del escribiente Bartleby? Si no fuera
por el culo que tiene ...
—¡Gladys! eleva el termostato, por
favor, ¡me estoy quedando helado!
...
Una casa pija, en una urbanización
pija, próxima a Valencia. Sobre la mesa, elegantemente dispuesta para una
celebración, dos Dry Martini.
—¡Cabronazo! ¡Has sido toda tu vida
un cabrón! Nos has engañado a todas. A tus mujeres, a tus novias, a tus amigas
… Infiel, por naturaleza, decías. Eras un seductor incorregible, un
sinvergüenza …, que sabía cómo tratar a una mujer, cómo adularla, cómo complacerla,
¡cómo hacerla feliz! … Hasta que se acababa y la pasabas al “banquillo”. Pero
llegó tu hora. Inesperadamente. Esa obsesión tuya por correr todos los días,
por superar marcas, por querer más, siempre más … Un accidente vascular, un
infarto, te dejó fulminado.
Pero, no te guardo rencor, me hiciste
muy feliz (qué bueno eras en la cama, cabrón), y también muy desgraciada. Hace
ya tres años que te fuiste. Cómo pasa el tiempo. Todos los años brindo por ti,
con un Dry Martini. Después, ostras gillardeau (las mejores del
mundo) y Dom Pérignon Vintage. Tu menú preferido.
Te pongo al día, Pablo, hay novedades:
Estoy “rehaciendo mi vida” (qué frase más horrible, no la aguanto). Tengo
novio. Jajajajajajaja. Sí, es más o menos de tu edad; estudia Historia del Arte
en la Nau Gran; era profesor de literatura francesa; se prejubiló por no sé qué
historia con unas alumnas. Esas pequeñas zorras siempre detrás de los
profesores. Es muy tranquilo, y algo aburrido, pero me hace compañía. Se llama
Pelayo.
...
El inconfundible y atronador sonido,
acompañado de destellos luminosos, surcaba, veloz, las calles en dirección al
Clínico. Una joven enfermera del SAMU aplicaba, rítmicamente, un masaje cardíaco a un hombre que vestía ropa
deportiva. Lo habían recogido, minutos antes, en el cauce del Turia. Inclinada
sobre el hombre, su melena dorada caía sobre su rostro, velándolo parcialmente.
De repente, la joven se giró,
bruscamente, hacia el conductor, diciendo, incrédula:
Este tío, que está prácticamente
muerto, me está llamando Rachel y ¡está diciendo no se qué de una mamada!
...
—¡Gladysssssssssssssssss!, estoy
muerto de frío. Please, ¡pon en marcha la calefacción! Y tráeme, de una
vez, esas jodidas carpetas.
Para ser julio, ¡qué frío hace!
...
Dejo de escribir, doy un largo trago
a mi Dry Martini, suenan las notas sincopadas de La muerte del ángel,
de Astor Piazzolla.
He escrito de un tirón, y al leerlo, me
ha parecido algo sucio (estilo Bukowski) para presentarlo al blog, así que después
de una labor de poda e injerto, creo que ha quedado algo adecentado.
Sobre la mesa de jardín, algunos de
mis libros preferidos: el comentario de Karl Barth a la Carta a los Romanos;
El barón rampante, de Ítalo Calvino; El esnobismo de las golondrinas,
de Mauricio Wiesenthal; L'Étranger,
de Albert Camus; Las Confesiones, de San Agustín; Suerte, de
Bárbara Blasco y As I lay Dying, de William Faulkner.
Una voz me saca de mi
ensimismamiento:
—¡Don Pablo! El jardinero pregunta si
tiene que podar también el magnolio.
—Sí, Gladys, dile que sí.
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